Como individuo inserto en una
sociedad intervenido por la política económica, donde se rige por los mercados
financieros, mi situación pasa por ser precaria. La utilización de los
materiales en la realización de la obra se ve influida por tal aspecto. Aun
así, mi obra, de carácter industrial, reutilizo materiales que pierden su
función a través de una construcción con nuevos significados. Esta nueva
función que le doy a el material, se convierte al mismo tiempo en una crítica a
toda obra posmoderna, si bien me adecúo a los lenguajes referentes durante la
últimas décadas del siglo pasado. La posibilidad de construir imágenes
reconocibles, se asemeja a la idea pop: de vacuidad. Esto me libera de la
conjetura socio económica de la que dependo, en cuanto ser autónomo que es
consciente de los límites de la realidad que supera todo discurso de carácter
estético.
SeAlquila Mercado
Obama´s Cool
SeAlquila Mercado
Obama´s Cool
Un lienzo 2,10 m cuadrados. Fondo
berenjena. Chinchetas (2.700 unidades)
de tapicería dorada. Un gran retrato de Barak Obama se planta delante
nuestro. La silueta dorada del retrato, se complementa con el color morado de
la tela y genera un significado simple.
Es una obra que podemos imaginar
en el fondo de un restaurante chic o en la pared de una tienda de complementos
y ropa en los barrios progres del
centro. Esa es la finalidad. Llamar la atención de un potencial comprador,
reunirnos en su local y convencerlo a través de la retórica propia de la
conceptualidad del arte. Como escusa a un elevado precio. Como fuerza
transcendente de una adquisición cuya función es decorativa pero que dispone de
una energía donde fluctúa esa tendencia
contagiosa de lo cool. Una suerte de
hipnosis, por la cual, el discurso supera la realidad. En este proceso de marketing, de venta de un objeto
prescindible, tan característico del consumo influenciado por los mercados, se
enmarca la crítica de la representación del arte. Y aún más allá a toda la idea
de gestión subordinada y catalogada de la que participan una serie de actores
sociales, elevando a la categoría de artista cualquier acto creativo e
instrumentalización que se hace sobre una obra de arte. En este escaparate
demagógico, un artesano alejado de cualquier contexto propio de lo artístico,
puede construir un discurso que supere su funcionalidad. La propia
funcionalidad del objeto aderezado por un concepto sesgado de artificio, se
convierte en materia de reflexión. No sabemos dónde está el punto de ruptura
entre lo artístico y lo decorativo.